Tengo coche, tengo alma,
tengo el campo en la puerta de casa:
hay un río cristalino
varios robles centenarios en fila o manada,
un horizonte empachado, a veces de nubes,
y siempre de calma;
hay un verde amoratado, tres manzanos
y una senda de raíces
bajo el agua.
¿Carreteras? El camino de regreso
por la cara oculta de una llama,
si es que abrasa.
Tengo venas, una espada afilando la mañana,
una puerta sin letrero, un amor de luz dorada.
Y mis manos cuando alcanzan
las palabras que me acusan
de ser nada.
