[PUBLICADO EN REVISTA AIRE]

La voz de Elvis Presley, envuelta en motas de polvo, susurra “My Hapiness”. La grabación es de abril de 1953, cuando el joven entró a Sun Records en Memphis para grabar, a cambio de cuatro dólares, dos canciones para regalarle a su madre por su cumpleaños. Regresó meses después y Sam Phillips, el propietario, le preguntó qué sabía hacer. “Cualquier cosa”, respondió.

Sun Records es hoy un edificio de ladrillo convertido en un himno a la memoria que recorro junto a un grupo de aficionados. Entre sus paredes grabaron leyendas del blues y el rock, como Muddy Waters, Roy Orbison o Johnny Cash, de quien una guía comienza a rasgar la guitarra e interpretar “I Walk the Line”. Un museo en la planta de arriba y los viejos estudios abajo nos recuerdan que aquí se grabó, en 1951, “Rocket 88”, la primera canción de rock & roll de la historia.

Memphis se extiende sobre un recodo del río Mississsippi, en Tennessee, y está atravesada por la ruta 61, conocida como Autopista del Blues, una carretera que surca las entrañas musicales de Estados Unidos: el blues, el rock & roll o el jazz nacieron en los bordes de este camino, a quien Bob Dylan honró en su álbum Highway 61. Habíamos salido días antes de Chicago rumbo a Nueva Orleans, siguiendo la 61, y Memphis era la primera parada. Elvis aprendió aquí los trucos de los cantantes negros, pero además del Rey, muchos están en deuda con el alma de sus calles.

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